viernes, 21 de mayo de 2010

1810 - 25 de Mayo - 2010 : Bicentenario de la Revolución de Mayo

Tiempo Argentino / Tiempo On Line / Zetavision / Zeta Inter Press

1810 - 25 de Mayo - 2010




Bicentenario de la Revolución de Mayo



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martes, 15 de septiembre de 2009

Ley de Medios de Comunicación: Por el Dr. Tomás Bres (*)

Tiempo Argentino / Zetavisión / Zeta Inter Press


Los argentinos nos enteramos diariamente de acciones públicas y privadas del Gobierno Nacional de Cristina y Néstor Kirchner de dudosa factura y más grave aún, presuntamente corruptas.



Cierta apatía y, por que no señalarlo, cierta indiferencia nos abruma. ¿Es acaso que la degradación cultural nos ha llevado a no advertir que estas acciones del Gobierno Nacional son el episodio más vergonzoso en nuestra historia de gobiernos democráticos?

Existen 58 investigaciones por delitos penales de administración fraudulenta de programas médico-asistenciales a las obras sociales, enriquecimiento ilícito, encubrimiento, beneficio en licitaciones a empresas amigas del poder, entre otras, todas ellas serias, sólidas y por cierto "apolíticas".

¿Puede ser que aún en nuestros vapuleados y siempre maltratados "viejos" no encontremos la fuerza necesaria para que quienes los sucedemos, nos nutramos de un dejo de dignidad que nos despierte ante esta terrible descomposición de valores morales? Cualquiera sea la respuesta que cada ciudadano encuentre en su intimidad, no nos alcanzará para explicar el histórico daño estructural y moral que el matrimonio presidencial le ha ocasionado a nuestra sociedad. Sin dudas nuestra República está herida.

Para un belicoso Néstor Kirchner, el resultado del 28 de Junio pasado, en el que perdió la guerra de su eternización en el poder, no habrá sido una sorpresa. Es claro que desde esa fecha decidió librar las batallas necesarias que le permitan la impunidad, para cuando su horadado poder desaparezca después de diciembre.

Es así como la Presidente Cristina Kirchner renuncia en conferencia de prensa a un "fenomenal negocio" (sic Ernesto Sanz), excluyendo a las telefónicas del negocio audiovisual. En verdad el matrimonio presidencial desistió de integrar un megamedio audiovisual con Telecom, a cambio de no perder definitivamente la batalla por la ley de medios audiovisuales.

En este sendero, resulta interesante escuchar con serenidad y prudencia a nuestra Presidente en conferencia de prensa, defender los sagrados principios de libertad de expresión y los derechos de publicación de nuestras ideas sin censura previa. Sin embargo advertimos que tuvo especial preocupación para que se le informara cuál era el medio al que cada periodista interrogante pertenecía.

No tengo dudas que la discriminación hacia los periodistas de acuerdo al medio que representaba, generaba la respuesta más conveniente para la Presidente. La gravedad de esta actitud es inusitada hoy, con el agravante de la media sanción a la ley que por "apriete" pretende el Ejecutivo. Quien esto escribe no pretende caer en un exabrupto si afirma, hasta hoy con absoluta libertad, que después de la sanción definitiva no deseable de esta ley, tal vez debamos tener "cuidado" por nuestro origen político, racial, religioso...

Qué indescriptible incertidumbre nos embarga.

La intimidación al grupo "Clarín" no tiene responsables. El Jefe de Gabinete de nuestra Nación nos comunicó públicamente dos temas sustanciales: "La operación Clarín fue financiada por la oposición"(sic); "Néstor Kirchner no tuvo nada que ver con el operativo a Clarín..." (sic).

Una irreverencia que pudo haber pasado inadvertida: ¿Si Néstor Kirchner no gobierna, cuál es la razón por la cual Aníbal Fernández aclaró oficialmente lo contrario? En su inescrupulosa acción de acumular poder personal, desconoce algo propio del sentido común, reemplaza el poder y control de los medios por el suyo propio, sea gobierno u oposición después del 2011.

Ya lo hizo, antes de dejar su presidencia amplió la concesión del juego por 30 años, por qué no habría de hacerlo ahora y con esta ley que promueve por los próximos 20 años a los nuevos beneficiados.

En estos días aciagos para la institucionalidad democrática celebro las actitudes de Julio Cobos, Francisco de Narváez, Silvana Giúdice, Paula Bertol, Ernesto Sanz, Ricardo Alfonsin, Oscar Aguad y todos los representantes de nuestra Nación que nos defienden de la acción "ideologizante y beligerante" del autocrático gobierno actual.

No permitamos que logren su objetivo de eclosionar la sociedad y enfrentarnos entre hermanos. A la oposición se le reclama un rol histórico en esta grave instancia, sin mezquindades ni personalismos, para liberarnos de la encrucijada fatal a la que nos conduce este gobierno.


(*) El Dr. Tomás Bress es abogado.Nació en la Ciudad de Bolívar -Buenos Aires

Ex Subsecretario de Turismo de la Nación
Ex Legislador de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Ex Jefe de Gabinete del Ministerio de Infraestructura de la Nación
Actual Coordinador de Acciones Institucionales entre el Gob. de la Cdad. de Bs. As. y la Ciudad de Bolívar - Buenos Aires

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miércoles, 8 de julio de 2009

El modelo está tan agotado, como Kirchner lo está políticamente: Por el Lic.Roberto Cachanosky

Tiempo Argentino / Zetavisión / Zeta Inter Press


La crisis actual de la Argentina no es resultado de que el kirchnerismo se apartó del modelo económico o no supo profundizarlo. Más bien, es consecuencia de una concepción del mercado destinada al eterno fracaso.


Ante la estrepitosa derrota electoral de Kirchner en las elecciones del 28 de junio, he leído dos posiciones sobre el famoso modelo. El oficialismo dice que hay que profundizarlo, por otro lado, hay varios economistas que fueron defensores del modelo y hoy critican al matrimonio diciendo que hay que volver al modelo original del que se desvió Néstor Kirchner. La pregunta es: ¿qué es el modelo? ¿En qué consiste el famoso modelo?

Desde mi punto de vista, para Kirchner y su esposa, el modelo es un instrumento económico que se subordinaba a tener la suficiente caja que les permitiera disciplinar a gobernadores e intendentes. Para eso necesitaba dos cosas: a) un tipo de cambio real alto que le permitiera incrementar la recaudación vía los derechos de exportación y b) matar con impuestos a la porción de la población que trabaja en blanco, marginando a amplios sectores de la población del mercado formal.

El tipo de cambio real alto exigía tener el suficiente superávit fiscal para comprar divisas y sostener el dólar en el nivel deseado por el gobierno. Ese superávit nunca existió por varias razones, pero, fundamentalmente, porque el disparatado incremento del gasto público hacía inviable financiar el tipo de cambio alto con recursos genuinos. Y ese disparatado aumento del gasto público tuvo que ver con el proyecto hegemónico del kirchnerismo.


Por lo tanto, el modelo se transformó en un creciente impuesto inflacionario para comprar dólares, inflación que intentó disimularse con subsidios (más gasto público), aprietes de Moreno (desincentivando la inversión) y dibujando los índices de precios (escondiendo la pobreza, la indigencia y defaulteando parte de la deuda pública ajustada por el CER), además de otras calamidades.

¿Qué significaría, entonces, profundizar el modelo según el matrimonio? ¿Establecer más controles de precios? ¿Estatizar el comercio exterior? ¿Seguir emitiendo para generar inflación y esconderla detrás de índices falsos? ¿Otorgar más subsidios para no aumentar las tarifas de los servicios públicos haciendo más infinanciable el gasto? ¿Confiscar más ahorros como los de las AFJP? ¿Anunciar planes de créditos para inquilinos que nunca se concretaron? ¿Anunciar planes para la compra de autos, camiones, bicicletas y calefones que no movieron el amperímetro? ¿Arremeter contra el campo hasta destruirlo, al igual que lo que se hizo con el sistema energético y avanzar sobre otros sectores productivos? Si la profundización del modelo es todo esto más otras barbaridades económicas y ausencia de respeto por los derechos de propiedad, la economía argentina se deslizaría hacia una desinversión más profunda. Y como el salario real depende de la tasa de inversión, la profundización del modelo solo generaría más pobreza, inflación y fuga de capitales. Profundizar el modelo kirchnerista es llevar al país a un caos social y niveles impensados de pobreza e indigencia. Aún superiores a los que hasta ahora consiguió el modelo.

La realidad es que el modelo de Kirchner que supuestamente quiere profundizar, tiene dos graves problemas. En primer lugar es intrínsecamente inconsistente porque exige de niveles de gasto público cada vez más altos que son infinanciables para sostener su proyecto de poder. Por lo tanto, requiere de emisión monetaria que se come el tipo de cambio real, matando el modelo en su parte del eufemismo de tipo de cambio competitivo. En definitiva, el famoso modelo se basa en salarios bajos.

El segundo problema es que, para aplicarlo, Kirchner necesita adoptar medidas arbitrarias que producen incertidumbre e inseguridad jurídica, espantando la inversión. El famoso modelo es la anti inversión por definición y la anti producción por definición. En resumen, es anti prosperidad.

Veamos ahora a los economistas que impulsaron este modelo y rápidamente pretenden despegarse del fracaso argumentando que fue Kirchner el que se desvió del modelo original. ¿Qué los diferenciaría de Kirchner? Este grupo de economistas quiere un dólar caro, pero saben que necesitan un superávit fiscal alto para comprar con recursos genuinos las divisas necesarias que sostengan el tipo de cambio por encima del nivel de mercado. Aceptando que estos economistas no tienen aspiraciones hegemónicas como Kirchner, la pregunta es: aún sin esa desmedida ambición de poder de Kirchner, ¿es viable el modelo del dólar caro?

La respuesta es muy amplia, pero voy a tratar de resumirla. Por definición un modelo de dólar caro va a tener superávit de comercio exterior, por lo tanto, el superávit fiscal tiene que ser, por lo menos, equivalente al superávit de balance comercial para disponer de recursos genuinos que sostengan el tipo de cambio sin necesidad de aplicar el impuesto inflacionario.

De por sí, el modelo requiere de un fabuloso esfuerzo fiscal, con un gasto público muy controlado y una presión impositiva elevada. Pero, además, si ingresaran capitales, el esfuerzo fiscal debería ser mayor, porque todo ingreso de capitales, que incentivara las inversiones, haría bajar el tipo de cambio. Para ello el gobierno tendría que neutralizar esa tendencia a la baja con más superávit fiscal, o sea, menos gasto, más impuestos o una combinación de ambos. El ingreso de capitales conspira contra el modelo. La fuga de capitales ayuda al modelo. Una burrada económica monumental.

Al mismo tiempo, un dólar caro cierra la economía a la competencia externa porque hace caro los productos importados, desincentivando la inversión y los aumentos de productividad. Es un modelo que, aún cerrando por el lado fiscal para sostener el dólar competitivo, es claramente anti competitivo.

Ante la falta de inversiones, la productividad es baja, esto quiere decir que los costos fijos por unidad producida son más elevados que en una economía abierta con inversiones. No es lo mismo repartir los costos fijos entre 1000 unidades producidas que entre 10.000. En consecuencia, el modelo, aún sin proyecto hegemónico, no atrae inversiones en escala, no crea abundantes puestos de trabajo, no mejora los ingresos reales y no asegura un crecimiento sostenido en el tiempo.


Por el contrario, es claramente un modelo regresivo en términos de distribución del ingreso porque el dólar caro requiere de impuestos altos para financiar un dólar caro. Y esos impuestos altos los terminan pagando los sectores asalariados en forma directa o indirecta. ¿Cómo? Si se financia con el IVA lo pagan directamente los asalariados, si se financia con el impuesto a las ganancias, las inversiones se van a otro país impositivamente más atractivo, baja la productividad de la economía y afecta el salario real. Siempre, en el modelo del dólar caro el que paga los costos del modelo es el sector de ingresos fijos.

Por otro lado, el escaso ingreso de capitales que genera un modelo de dólar caro hace que el ahorro sea bajo y la tasa de interés alta. El resultado es que el modelo se basa, nuevamente, en salarios bajos. Por ejemplo, para los defensores del modelo de dólar caro es preferible tener legiones de personas tejiendo a mano que maquinarias de última generación que hagan las telas. La idea de ellos es tener insumo mano de obra barato y costo de capital caro. En castellano básico es un modelo de muy baja productividad, la contracara del ingreso real de la población.

Es evidente que el kirchnerismo está agotado en su modelo político y económico. Es cierto que Kirchner le agregó al modelo medidas tan insensatas que el problema ya no es solamente el modelo, sino su capacidad para destruir la economía y, sobre todo, la seguridad jurídica que es la madre del crecimiento económico. Pero, atención, no es cuestión de reemplazar los delirios hegemónicos de Kirchner por un gobernante bueno pero con una política económica inconsistente como pregonan algunos economistas que ahora tratan de salvar su honor profesional diciendo que hay que volver al modelo original. Que fue Kirchner el que se desvió.

Lo que ha fracasado acá es el modelo original. Kirchner se encargó, solamente, de pulverizarlo más rápidamente y dejar tierra arrasada.

Por favor, no caigamos en el delirio de empezar a buscar un Kirchner sensato que lleve a cabo un modelo inconsistente porque el día que se vaya el matrimonio, a poco de andar, nos vamos a pegar otro porrazo.
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lunes, 18 de mayo de 2009

Sé peronista, sé terrorista, pero no seas mentiroso : Por el Lic. Roberto Cachanosky

Tiempo Argentino / Zetavisión / Zeta Inter Press


Néstor Kirchner ataca al liberalismo porque sabe que ese sistema le impediría manejar a su antojo los bienes públicos y avasallar las instituciones.

En su discurso de barricada, como ya es costumbre, Néstor Kirchner arremetió contra el neoliberalismo. El primer problema que tiene Néstor es que no existe el neoliberalismo, existe el liberalismo, ese mismo sistema político, económico e institucional que impulsó la limitación de los poderes absolutos de los monarcas que él pretende retener bajo una falsa democracia. Kirchner ataca al liberalismo porque sabe que ese sistema, entre otras cosas, le impediría manejar a su antojo los fondos de los contribuyentes, repartir privilegios entre empresarios amigos, avasallar las instituciones, etc.

El solo hecho de que a Néstor y a Cristina se les caiga la baba cuando se abrazan con déspotas como Chávez o Fidel Castro, refleja las inclinaciones autoritarias que dominan la ideología del matrimonio, exactamente la inversa del liberalismo que tanto molesta a Néstor.

Por eso, también, cuando uno ve cómo se abraza con esos déspotas, advierte que su discurso en defensa de los derechos humanos es solo una parodia, ya que, particularmente Fidel, ha sido uno de los dictadores más sanguinarios de la historia contemporánea. Ese mismo dictador sanguinario que tiene preso al pueblo cubano.

¿Cómo puede alguien llamarse demócrata y defensor de los derechos humanos cuando se abraza con dictadores de la peor calaña y, encima, con un dictador como Fidel que entrenó a terroristas para que dieran un golpe de Estado en Argentina, allá por los 70, para derrocar al gobierno de Juan Perón, el mismo al que en el teatro de La Plata, Kirchner reverenció?


Por eso, para los más jóvenes, aquellos que no vivieron los 70, es bueno informarles que Néstor Kirchner se abraza con los que querían, a sangre y fuego, tomar el poder para establecer una dictadura en Argentina desplazando a Perón. E, insisto, no pelearon contra un gobierno militar, pelearon contra un gobierno elegido en las urnas, el de Juan Perón. El mismo que echó de la Plaza de Mayo a los compañeros de ruta de Néstor. A los más jóvenes.

A los que no vivieron esos años, y a los no tan jóvenes que tienen poca memoria, les recuerdo que esos terroristas actuaron en forma distituyente (como dice Néstor) contra el gobierno democrático de Perón. ¡¿Qué mayor ofensa a la memoria de Perón puede haber que Néstor se abrace con aquellos que quisieron derrocarlo por las armas?! Pero, en la desesperada búsqueda de votos, Néstor es capaz de mezclar todo y usar a su antojo la memoria de Perón.

Usó a Perón para su conveniencia electoral, sabiendo que él estaba del lado de los que quería derrocarlo. ¿O se olvida Néstor que fueron los montoneros y el ERP los que, durante el gobierno de Perón, asesinaban, secuestraban, ponían bombas y atacaban las instituciones de la república para hacer de la Argentina otro Vietnam? ¿Con qué derecho viene a hablar Kirchner de ánimo destituyente de aquellos que piensan distinto a él, si Néstor y su esposa se la pasan cantando loas a quienes atentaron contra el gobierno del líder del peronismo? Parafraseando a Jack Rueff, podríamos decir: sé peronista, sé terrorista, pero no seas mentiroso.


Dejando en claro, entonces, que no es justamente Néstor el que puede hablar de ánimo destituyente, veamos otro de los puntos que lo más jóvenes no saben. Néstor se ha lanzado a estatizaciones masivas. Para quienes no padecieron las empresas estatales, les recuerdo que en la época de ENTEL, conseguir que a uno le conectaran una línea telefónica, le insumía años. Los avisos clasificados de ventas de propiedades salían con la aclaración de si la propiedad tenía o no teléfono.

Ni que hablar de la gigantesca empresa estatal YPF, que era la única petrolera del mundo que perdía plata. O de Gas del Estado que en invierno no proveía gas ni para hacer una simple tostada para el desayuno. O del puerto de Buenos Aires que había sido declarado puerto sucio porque los barcos demoraban días esperando para cargar, con el consiguiente costo para las empresas navieras. Hoy nos quieren vender que las estatizaciones son un símbolo patrio y en defensa de los ciudadanos, cuando todos sabemos que son empresas ineficientes (las privadas también pueden ser ineficientes pero tienen como castigo del mercado la quiebra) y llenas de corrupción.

Si el señor Moreno, que ahora va a manejar una empresa papelera, es tan buen empresario en ese rubro, porque no convence a accionistas privados de comprarla y manejarla él, en vez de estar jugando al empresario con los fondos de los contribuyentes. Los errores de Moreno, no los va a pagar ni él ni Néstor, los va a pagar el contribuyente con sus impuestos para sostener empresas que pierden plata, caso actual de la estatizada Aerolíneas Argentinas.


Néstor también dice que el liberalismo destruyó la industria a favor de los servicios. ¡Qué escasos conocimientos de economía tiene! La industria, para ser eficiente, tiene que ser capital intensiva. No mano de obra intensiva. Y para ser capital intensiva, necesita tener acceso a un mercado de capitales que ofrezca créditos a tasas pagables. Néstor se encargó de destruir el mercado de capitales, con lo cual condenó al sector industrial a ser ineficiente porque tendrá que ser mano de obra intensiva, en vez de capital intensivo. Y para poder ofrecerles esa mano de obra intensiva, Néstor tendrá que licuar los salarios. Hacerlos artificialmente baratos. Néstor dirá que defiende a los trabajadores y que busca la redistribución de los ingresos, pero en la práctica sus políticas destruyen el nivel de vida de los sectores asalariados.

Por otro lado, pareciera ser que Néstor no está al tanto de los avances tecnológicos. Así como en su momento era el sector agrícola el que más puestos de trabajo directos creaba, con el invento de la máquina a vapor dejó ese lugar a la industria. Y con el desarrollo de bienes de capital sofisticado, la industria dejó de ser la gran creadora directa de mano de obra para transferirle ese puesto al sector servicios. No es este proceso un conflicto entre sectores, es un cambio de métodos de trabajo.

De conformación de la estructura de costos. Nadie dice que tiene que desaparecer la industria, sino que tiene que tener acceso a un mercado de capitales que le permita ser capital intensiva para llegar a la eficiencia. Siguiendo el razonamiento de Kirchner, Argentina podría retroceder hasta la época en que se araba la tierra con un buey. Para él, el progreso no es la creación de puestos de trabajo bien remunerados a partir del stock de capital por trabajador. Para él el modelo es tener salarios bajos y sistemas prehistóricos de producción.


En definitiva, Kirchner parece detestar el liberalismo por dos razones fundamentales: a) institucionalmente limita el poder de los gobernantes, algo que no acepta por su ideología autoritaria y b) el liberalismo crea condiciones de crecimiento económico que obliga a los empresarios a pagar mejores salarios por los incrementos de productividad gracias a la inversión. Eso implica perder el clientelismo político. Esto es muy evidente, ¿cuál es el último refugio que tiene Néstor para las próximas elecciones? El segundo cordón del Gran Buenos Aires, que es una de las zonas más pobres del país. En el resto puede llegar a salir tercero. Es obvio, entonces, que Néstor ataque al liberalismo, porque al permitir el progreso material de las personas, se acaban los punteros, los subsidios y el clientelismo. El liberalismo impide el uso electoral de los pobres porque reduce la pobreza a niveles mínimos.

Néstor sabe que si él pierde las elecciones no viene el caos. En todo caso lo que sabe es que si pierde las elecciones, el caos se le viene a él porque comenzarán a abrirse puertas para investigar el uso sin control de los fondos públicos. Ese es su verdadero dilema. Que salgan a la luz 6 años de gobierno sin control. El control que exige el liberalismo y por eso lo ataca. tiempoargentino@gmail.com
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martes, 12 de mayo de 2009

Por esquivar la moto, Kirchner chocó el país contra el camión : Por el Lic. Roberto Cachanosky

Tiempo Argentino / Zetavisión / Zeta Inter Press



No vamos rumbo a una nueva crisis, ya estamos sumergidos en ella y se la observa claramente en la fuga de capitales, la fuerte recesión, los problemas fiscales y el incremento en las tasas de desocupación e inflación.



Luego de 6 años de supuesto crecimiento económico, Argentina está sumergida nuevamente en otra profunda crisis y todos esperan la devaluación para luego de las elecciones, si es que finalmente votamos el 28 de junio. Y vale la duda sobre el 28 de junio porque en la Argentina de Néstor Kirchner todo es posible, hasta podría pasar que ocurriera algún “inesperado” enfrentamiento civil que llevara a declarar el estado de sitio y se suspendieran las elecciones. Eso solo lo dirán las encuestas y los comportamientos sin límites que vemos a diario.


¿Qué podemos esperar que ocurra luego de las elecciones? En rigor son muchos los escenarios políticos posibles que podemos tener luego de las elecciones y, por lo tanto, diferentes los escenarios económicos. No es lo mismo el escenario en que si pierde la mayoría el oficialismo se cumpla la promesa del piquetero Pérsico y los Kirchner se vayan, a que intenten mantenerse en el poder como sea o que traten de ignorar el resultado de las elecciones. Pero sí hay un dato cierto. No observo en la dirigencia política actual, en todo su arco y aclarando que siempre existen excepciones, una profundo vocación por instrumentar las reformas de fondo en la economía. A saber: a) bajar el gasto público y hacerlo eficiente, b) establecer un sistema tributario que en vez de espantar atraiga las inversiones, c) adoptar reglas de juego en que la redistribución del ingreso se produzca por el mérito de cada uno para satisfacer las necesidades de la gente, d) un régimen de coparticipación federal por el cual los municipios coparticipen a las provincias y estas a la nación y una serie de medidas adicionales que permitan establecer reglas de juego competitivas.

Obviamente que no es lo mismo tener a un desaforado en poder totalmente imprevisible en sus comportamientos cuál Nerón, capaz de incendiar Roma con tal de zafar de las responsabilidades que le caben, que a alguien equivocado en sus políticas pero con nociones de ciertos límites en el poder que ejerce. En el primer caso no hay dialogo posible porque la locura impide cualquier razonamiento. En el segundo, si hay error pero no hay locura, es posible corregir el rumbo porque se puede dialogar, convencer, intercambiar ideas, comparar resultados, entre otras.

Mi impresión es que una vez que finalice la era de los dislates kirchneristas, va a haber mucho para discutir en materia de política económica. Es que, como señalaba antes, no observo en el conjunto de la dirigencia política una profunda vocación por los cambios estructurales que necesita la economía para evitar estas reiteradas crisis de devaluaciones, confiscaciones y ajustes por el lado del salario real.

Dicho en otras palabras, sabemos que luego del 28 de junio, como la situación fiscal es insostenible, el ajuste que se hará, particularmente Kirchner, consistirá en reducir el gasto público en términos reales vía una devaluación y un salto inflacionario. Hoy más del 50% del gasto público de la Nación son salarios y jubilaciones, los cuales, medidos en dólares, han aumentado hasta niveles que, incluso, superan a los que regían en la convertibilidad. Ahora bien, ante la ausencia de una profunda vocación por reducir en serio el gasto público en sus niveles nominales, lo que aparece como inevitable es que se lo termine reduciendo vía una licuación. Léase devaluación y salto inflacionario.

La referencia más cercana que tenemos en el tiempo es lo que pasó en el 2001. Primero López Murphy quiso aplicar una reducción nominal de gastos ineficientes del orden de los U$S 2.000 millones. Los progresistas le saltaron a la yugular acusándolo de querer hacer el ajuste por el lado de la educación, de insensible y mil cosas más. López Murphy se fue, Cavallo intentó zafar de la baja del gasto hasta que no pudo aguantar más la situación fiscal y primero anunció el déficit cero y luego hizo recortes nominales del gasto. Lamentablemente ya era tarde y la fuga de capitales por la desconfianza derivó primero en el corralito y luego vino el cambio de gobierno con el default y la devaluación. El ajuste terminó siendo 4 veces mayor que el que había propuesto López Murphy con costos altísimos en términos de transferencias de ingresos y de patrimonios.

Néstor Kirchner nos ha puesto un rumbo de colisión que ya es imposible de evitar. La crisis económica que recién comienza terminará en otra más profunda porque si no se produce una reforma del Estado para equilibrar las cuentas y en recrear la confianza para que vuelvan las inversiones, este nivel de gasto público será infinanciable y, por lo tanto, el ajuste se hará, nuevamente, a lo guarango. Es decir, devaluando para generar un salto inflacionario que contraiga en términos reales el gasto público en su componente salarios y jubilaciones. Claro que hacer semejante cosa en este contexto recesivo implica asumir una brutal caída de la actividad, porque no nos engañemos, en el 2002 no fue la devaluación lo que salvó a la Argentina, sino el aumento de los precios de los commodities que se produjo posteriormente. Hoy, una devaluación no solo contraería más el consumo, sino que, en este contexto de falta de previsibilidad en las reglas de juego, impedirían compensar la caída del consumo interno con más inversiones y exportaciones. El caos social que puede producir semejante decisión puede llegar a ser memorable.

Es por eso que mi sugerencia es que no solo basta con evitar la locura en el poder. Si no queremos caer recurrentemente en nuevas crisis, tenemos que decidirnos a encarar el más largo pero eficiente camino hacia la prosperidad. Esto significa crear condiciones para que la economía sea competitiva (reducción del gasto del Estado, sistema tributario pagable, incorporación al comercio mundial, respeto por los derechos de propiedad, etc.) de manera que sea el mayor stock de capital el que produzca abundancia de bienes. Las mayores inversiones más puestos de trabajo y, de la combinación de ambas variables, un incremento sólido del ingreso real de la población.

Kirchner, al igual que muchos de sus antecesores pero en forma más acentuadamente, nunca quiso hacer reformas estructurales. Solo buscó confiscar riqueza (flujos y stocks) para financiar un gasto público creciente. Para él, como para muchos políticos argentinos, bajar el gasto público es reaccionario y de derecha. Los progres consideran una herejía bajar el gasto público. Por eso, cada vez que intenta esquivar la moto, chocamos contra el camión. Esto es, de tanto evitar hacer reformas estructurales, respectar la propiedad privada, no esquilmar a los contribuyentes e incorporarnos en el mundo, terminamos chocando con crisis monumentales que tienen un costo elevadísimo para la sociedad. No es casualidad que Argentina viva en una continúa decadencia, porque persistimos en agradable sonido de frases vacías como redistribución del ingreso, justicia social, defensa de la producción nacional y un sinfín de infantilismos que lo único que generan son políticas regresivas que siempre terminan perjudicando a los sectores de menores ingresos, espantando más inversiones y creando más desocupación y miseria. El discurso progresista al único progresismo que nos ha llevado es al progreso hacia la decadencia.

Kirchner ha aplicado todas estas frases vacías con sus correspondientes políticas inconsistentes hasta su máxima expresión y cuando vio que la cosa no funcionaba y estaba por chocar contra la moto, no terminó estrellando contra el camión.

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jueves, 8 de mayo de 2008

Argentina, Bolivia y Venezuela: ni los precios internacionales los salvan del caos por el Lic. Roberto Cachanosky

Tiempo Argentino / Zetavisión / Z Inter Press



A pesar de disponer de recursos naturales que se cotizan muy bien en los mercados internacionales, los tres países enfrentan momentos críticos porque carecen de instituciones serias que incentiven las inversiones.


Al momento de escribir esta nota, todavía no se conocía el resultado del referéndum en el departamento boliviano de Santa Cruz por el cual se consultó a la población sobre la autonomía regional de esa región. Bolivia se encuentra hoy dividida e, inclusive, el gobierno de Evo Morales habla de la posibilidad de una guerra civil. Vale la pena recordar que el departamento de Santa Cruz genera el 30% del PBI del país andino, riqueza de la cual, obviamente, se aprovechan los burócratas de La Paz.

Más al norte tenemos a Hugo Chávez, quien –sentado sobre un mar de petróleo– está enfrentando serios problemas de abastecimiento y un gran aumento en los precios de algunos alimentos. Así, a pesar de que el barril de petróleo está en niveles récord, el comandante bolivariano se ha enfrentando con una especie de Rodrigazo, mientras la población, al igual que en Bolivia, está fuertemente dividida.

Finalmente, al sur de América aparecemos nosotros que, con el precio de las commodities en niveles récord, estamos sumergidos en una serie de graves problemas como el desborde inflacionario, la escasez de combustibles, la falta de energía y el desabastecimiento. A diferencia de lo que sucede en Bolivia y Venezuela, la sociedad no parece estar aquí enfrentada, sino que el Gobierno, con su discurso agresivo, intenta dividirla –sin gran éxito, por lo que se está viendo–. El típico caso es el del campo. Hoy, para el Gobierno, todos los problemas que padecemos parecieran tener como responsables a los productores agropecuarios. Desde la inflación hasta el humo de los incendios en los campos son, según el Ejecutivo, responsabilidad de ese sector de la economía.

Por ejemplo, la semana pasada el inefable Hugo Moyano decía que la inflación se había disparado por causa del paro agropecuario. La realidad es que, cuando se observa la evolución de las expectativas inflacionarias, se advierte que las mismas venían creciendo en forma acelerada desde el año pasado, cuando no había paro agropecuario, y terminaron disparándose en marzo de este año. Como decía antes, para Moyano la inflación es culpa del campo. Sin embargo, en marzo el campo todavía no había hecho ningún paro, mientras los dirigentes sindicales sí pedían aumentos de salarios que generaron una estampida de las expectativas inflacionarias.

Argentina, Bolivia y Venezuela están pasando por momentos críticos a pesar de disponer de recursos naturales que se cotizan muy bien en los mercados internacionales porque carecen de instituciones serias que incentiven las inversiones. No es casualidad que los discursos agresivos de los tres gobiernos, que intentan dividir a la sociedad, tenga como resultado común problemas económicos y políticos profundos. ¿Qué es lo que pretende Evo Morales? Vivir a costa de lo que producen los santacruceños. ¿Qué es lo que pretende el gobierno argentino? Vivir a costa de lo que produce el campo.

Se trata de sistemas en los cuales unos trabajan mientras otros rapiñan en beneficio propio y en los que cuando el que es esquilmado levanta la voz de protesta, pasa a ser un insensible que quiere lucrar con el hambre del pueblo y tiene una ambición desmedida de ganancias. Es la vieja historia de los gobiernos populistas que luego derivan en sistemas autocráticos: estimulan la vagancia, fomentan la cultura de la dádiva y explotan a los que producen para financiar la fiesta populista.

¿Por qué el populismo deriva en sistemas autocráticos? En primer lugar, porque en los gobiernos populistas siempre hay un germen autocrático, una tendencia al autoritarismo. Y, segundo, porque el populismo se basa en redistribuir y en castigar a los que producen.

En la Argentina, por ejemplo, es hoy común escuchar a funcionarios públicos argumentando que tal o cual sector ganó mucho dinero en los 90 o durante los últimos cinco años y que, por tanto, ahora debe sacrificar parte de sus utilidades para sostener a los más pobres. Si esto es así, quiere decir que el modelo en marcha no ha sido tan exitoso a la hora de combatir la pobreza, porque luego de cinco años de exprimir impositivamente a la población deberíamos estar asistiendo a una baja de impuestos y no a un aumento dado que tendríamos que estar repartiendo menos subsidios gracias a que, según el Gobierno, hay menos pobres. Por otro lado, nadie invierte porque en el pasado ganó dinero en una determinada actividad, sino que invierte por las utilidades que espera obtener en el futuro. Nadie va invertir lo que ganó en el pasado para perderlo. Se trata de un principio básico de Economía que parece no entrar en el razonamiento del modelo económico imperante.

En los sistemas en los que se respetan los derechos de propiedad, se incluyen las utilidades porque de nada sirve tener el título de propiedad de un bien si el Estado decide cómo debe usárselo, se apropia de las utilidades que genera y amenaza constantemente con confiscar el fruto del trabajo de los propietarios.

La función social de las utilidades es, justamente, atraer inversiones para generar más riqueza y trabajo. Si un sector obtiene utilidades más altas que el promedio del resto de los sectores productivos, habrá nuevos inversores que querrán entrar en el negocio. Así, invertirán, producirán más, crearán más puestos de trabajo y los pagarán mejor. Ésta es la fórmula que encontró la humanidad para desarrollarse y los países que la aplicaron hoy tienen poblaciones que disfrutan de altos niveles de vida. El esquema de progreso es muy sencillo: respetar el fruto del trabajo ajeno y permitir que se desarrolle la capacidad de innovación.

Cuando el Estado se apropia de las utilidades, desestimula la inversión, reduce la producción porque desaparecen los productores marginales y aumenta la pobreza. Al aumentar la pobreza, comienza el descontento popular y es en ese punto cuando la falta de libertad económica conduce a la limitación o eliminación de las libertades civiles y políticas.

¿Por qué? Porque al aumentar la pobreza, fruto de la expoliación estatal, el descontento popular sólo puede frenarse con medidas represivas, persiguiendo a los opositores, inventando conspiraciones y silenciando a la prensa.

Ese que el populismo únicamente puede subsistir mientras tenga alguien que produzca para financiar la repartija de dádivas. Pero como ahoga la producción, cada vez se genera menos riqueza y hay menos recursos para repartir. Es entonces cuando la presión impositiva se transforma en salvaje y se recurre al monopolio de la fuerza del Estado para violar los derechos de propiedad confiscando utilidades o, directamente, el patrimonio de la gente. Es decir, el populismo ya no se financia apropiándose de las ganancias, sino que directamente lo hace consumiendo el stock de capital existente. Esto sigue hasta que se acaba el stock de capital y los gobiernos populistas ya no tienen forma de mantenerse en el poder salvo utilizando los mecanismos más aberrantes para silenciar a la población.

Si la gente no tiene libertad para producir su propio sustento y debe recurrir al burócrata de turno para subsistir, la cuestión es muy clara: se obedece al mandamás o no se come. © http://www.economiaparatodos.com.ar/ tiempoargentino@gmail.com

miércoles, 7 de mayo de 2008

Kirchner redobla la apuesta por el Dr. Jorge Castro

Tiempo Argentino / Zetavisión / Z Inter Press


Néstor Kirchner fue uno de los dirigentes que mejor interpretó el significado del colapso político de diciembre de 2001. Comprendió cabalmente el hecho estructural de que la Argentina ingresaba en la lista de países sudamericanos cuyos presidentes constitucionales suelen terminar derrocados por revueltas callejeras en las grandes ciudades.


Toda su estrategia de concentración de poder tuvo entonces dos prioridades excluyentes. La primera fue la captación del respaldo de las clases medias de las grandes ciudades, que en la Argentina constituyen el núcleo de la opinión pública. La segunda fue el férreo control de las calles, con plena conciencia de que –en condiciones de extrema fragilidad institucional– quién controla las calles, controla el poder, y a la inversa.

Esta estrategia de acumulación de poder dio resultados exitosos durante los tres primeros años de gestión. Encontró sus límites iniciales en 2006, cuando las clases medias urbanas empezaron a distanciarse del oficialismo.

La primera expresión de este fenómeno fueron las elecciones constituyentes de Misiones en septiembre de 2006. Al año siguiente, el oficialismo perdió los comicios locales en Buenos Aires, Rosario y Córdoba, las tres principales ciudades argentinas.

En las elecciones presidenciales de octubre pasado, Cristina Fernández de Kirchner no sólo fue derrotada en esas tres ciudades, sino que también perdió en Mar del Plata, Bahía Blanca y La Plata, su lugar de nacimiento.

Su gobierno nació con el estigma de una doble debilidad. Por un lado, carecía del respaldo de la opinión pública, que entendió que no se estaba ante un nuevo presidente, sino ante un segundo mandato.

Por el otro, el poder de características hegemónicas construido por Néstor Kirchner –que concentró en su persona todos los recursos y decisiones–, sin mediaciones institucionales ni partidarias, no era susceptible de ser trasmitido.

En este contexto, el conflicto con el sector agroalimentario –que es el segmento tecnológicamente más avanzado, de más elevada productividad e internacionalmente más competitivo de la economía argentina– se transformó rápidamente en una rebelión de la Argentina interior, no ya en desmedro de Buenos Aires, sino contra el centralismo económico y político encarnado por el gobierno nacional.

El hecho de que el corte de ruta más emblemático de la protesta rural haya sido en Gualeguaychú, y que un dirigente de esa ciudad –Alfredo De Angelis– se convirtiera en referente nacional de la movilización es una casualidad enormemente cargada de sentido.

Gualeguaychú fue durante más de tres años una demostración palpable de la tendencia creciente a la acción directa de todos los sectores de la sociedad que no confían en los mecanismos institucionales como canal de resolución de conflictos. Desde esta perspectiva, el conflicto agroalimentario implicó la “gualeguaychización” de la Argentina.

En el marco de su estrategia de confrontación sistemática implementada en estos cinco años, Kirchner chocó esta vez con un sector que no sólo no depende de los subsidios estatales, sino que además es la fuente principal de su financiación.

Más allá de los reclamos de carácter sectorial, se trata de un conflicto de fondo entre el sector productivo más avanzado de la Argentina –aquél que permite su inserción competitiva en la economía mundial– y el sistema de poder político y económico imperante, construido a partir de la subordinación de gobernadores e intendentes a través de la utilización de los recursos derivados de las retenciones al sector externo.

Esa rebelión de la Argentina interior –que empezó a resquebrajar el frente interno del oficialismo en el resbaladizo terreno de los gobernadores e intendentes–, también actuó como un disparador de la disconformidad de la clase media urbana, que otra vez salió a las calles con “cacerolazos” que refrescaron en la memoria colectiva el fantasma de diciembre de 2001.

Kirchner comprendió rápidamente que, además de perder el respaldo de la opinión pública, corría peligro su control de las calles y rutas, último resorte de gobernabilidad en la Argentina posterior a diciembre del 2001.

De allí que Hugo Moyano y Luis D’Elía pasaron a convertirse en piezas indispensables de la sustentación del poder, mientras que Guillermo Moreno se transformó en un actor central del dispositivo gubernamental y Martín Lousteau pagó con su renuncia el no haber comprendido adónde reside el vértice de las decisiones en la Argentina de hoy.

Como ocurrió frente a cada uno de los desafíos que tuvo que enfrentar desde mayo de 2003, Kirchner decidió redoblar la apuesta y profundizar la confrontación. No es un simple capricho, sino la utilización a ultranza, y hasta las últimas consecuencias, de las únicas armas que tiene a su alcance para evitar que se le escurra entre las manos el poder que tan trabajosamente construyó en estos cinco años. tiempoargentino@gmail.com

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