lunes, 18 de mayo de 2009

Sé peronista, sé terrorista, pero no seas mentiroso : Por el Lic. Roberto Cachanosky

Tiempo Argentino / Zetavisión / Zeta Inter Press


Néstor Kirchner ataca al liberalismo porque sabe que ese sistema le impediría manejar a su antojo los bienes públicos y avasallar las instituciones.

En su discurso de barricada, como ya es costumbre, Néstor Kirchner arremetió contra el neoliberalismo. El primer problema que tiene Néstor es que no existe el neoliberalismo, existe el liberalismo, ese mismo sistema político, económico e institucional que impulsó la limitación de los poderes absolutos de los monarcas que él pretende retener bajo una falsa democracia. Kirchner ataca al liberalismo porque sabe que ese sistema, entre otras cosas, le impediría manejar a su antojo los fondos de los contribuyentes, repartir privilegios entre empresarios amigos, avasallar las instituciones, etc.

El solo hecho de que a Néstor y a Cristina se les caiga la baba cuando se abrazan con déspotas como Chávez o Fidel Castro, refleja las inclinaciones autoritarias que dominan la ideología del matrimonio, exactamente la inversa del liberalismo que tanto molesta a Néstor.

Por eso, también, cuando uno ve cómo se abraza con esos déspotas, advierte que su discurso en defensa de los derechos humanos es solo una parodia, ya que, particularmente Fidel, ha sido uno de los dictadores más sanguinarios de la historia contemporánea. Ese mismo dictador sanguinario que tiene preso al pueblo cubano.

¿Cómo puede alguien llamarse demócrata y defensor de los derechos humanos cuando se abraza con dictadores de la peor calaña y, encima, con un dictador como Fidel que entrenó a terroristas para que dieran un golpe de Estado en Argentina, allá por los 70, para derrocar al gobierno de Juan Perón, el mismo al que en el teatro de La Plata, Kirchner reverenció?


Por eso, para los más jóvenes, aquellos que no vivieron los 70, es bueno informarles que Néstor Kirchner se abraza con los que querían, a sangre y fuego, tomar el poder para establecer una dictadura en Argentina desplazando a Perón. E, insisto, no pelearon contra un gobierno militar, pelearon contra un gobierno elegido en las urnas, el de Juan Perón. El mismo que echó de la Plaza de Mayo a los compañeros de ruta de Néstor. A los más jóvenes.

A los que no vivieron esos años, y a los no tan jóvenes que tienen poca memoria, les recuerdo que esos terroristas actuaron en forma distituyente (como dice Néstor) contra el gobierno democrático de Perón. ¡¿Qué mayor ofensa a la memoria de Perón puede haber que Néstor se abrace con aquellos que quisieron derrocarlo por las armas?! Pero, en la desesperada búsqueda de votos, Néstor es capaz de mezclar todo y usar a su antojo la memoria de Perón.

Usó a Perón para su conveniencia electoral, sabiendo que él estaba del lado de los que quería derrocarlo. ¿O se olvida Néstor que fueron los montoneros y el ERP los que, durante el gobierno de Perón, asesinaban, secuestraban, ponían bombas y atacaban las instituciones de la república para hacer de la Argentina otro Vietnam? ¿Con qué derecho viene a hablar Kirchner de ánimo destituyente de aquellos que piensan distinto a él, si Néstor y su esposa se la pasan cantando loas a quienes atentaron contra el gobierno del líder del peronismo? Parafraseando a Jack Rueff, podríamos decir: sé peronista, sé terrorista, pero no seas mentiroso.


Dejando en claro, entonces, que no es justamente Néstor el que puede hablar de ánimo destituyente, veamos otro de los puntos que lo más jóvenes no saben. Néstor se ha lanzado a estatizaciones masivas. Para quienes no padecieron las empresas estatales, les recuerdo que en la época de ENTEL, conseguir que a uno le conectaran una línea telefónica, le insumía años. Los avisos clasificados de ventas de propiedades salían con la aclaración de si la propiedad tenía o no teléfono.

Ni que hablar de la gigantesca empresa estatal YPF, que era la única petrolera del mundo que perdía plata. O de Gas del Estado que en invierno no proveía gas ni para hacer una simple tostada para el desayuno. O del puerto de Buenos Aires que había sido declarado puerto sucio porque los barcos demoraban días esperando para cargar, con el consiguiente costo para las empresas navieras. Hoy nos quieren vender que las estatizaciones son un símbolo patrio y en defensa de los ciudadanos, cuando todos sabemos que son empresas ineficientes (las privadas también pueden ser ineficientes pero tienen como castigo del mercado la quiebra) y llenas de corrupción.

Si el señor Moreno, que ahora va a manejar una empresa papelera, es tan buen empresario en ese rubro, porque no convence a accionistas privados de comprarla y manejarla él, en vez de estar jugando al empresario con los fondos de los contribuyentes. Los errores de Moreno, no los va a pagar ni él ni Néstor, los va a pagar el contribuyente con sus impuestos para sostener empresas que pierden plata, caso actual de la estatizada Aerolíneas Argentinas.


Néstor también dice que el liberalismo destruyó la industria a favor de los servicios. ¡Qué escasos conocimientos de economía tiene! La industria, para ser eficiente, tiene que ser capital intensiva. No mano de obra intensiva. Y para ser capital intensiva, necesita tener acceso a un mercado de capitales que ofrezca créditos a tasas pagables. Néstor se encargó de destruir el mercado de capitales, con lo cual condenó al sector industrial a ser ineficiente porque tendrá que ser mano de obra intensiva, en vez de capital intensivo. Y para poder ofrecerles esa mano de obra intensiva, Néstor tendrá que licuar los salarios. Hacerlos artificialmente baratos. Néstor dirá que defiende a los trabajadores y que busca la redistribución de los ingresos, pero en la práctica sus políticas destruyen el nivel de vida de los sectores asalariados.

Por otro lado, pareciera ser que Néstor no está al tanto de los avances tecnológicos. Así como en su momento era el sector agrícola el que más puestos de trabajo directos creaba, con el invento de la máquina a vapor dejó ese lugar a la industria. Y con el desarrollo de bienes de capital sofisticado, la industria dejó de ser la gran creadora directa de mano de obra para transferirle ese puesto al sector servicios. No es este proceso un conflicto entre sectores, es un cambio de métodos de trabajo.

De conformación de la estructura de costos. Nadie dice que tiene que desaparecer la industria, sino que tiene que tener acceso a un mercado de capitales que le permita ser capital intensiva para llegar a la eficiencia. Siguiendo el razonamiento de Kirchner, Argentina podría retroceder hasta la época en que se araba la tierra con un buey. Para él, el progreso no es la creación de puestos de trabajo bien remunerados a partir del stock de capital por trabajador. Para él el modelo es tener salarios bajos y sistemas prehistóricos de producción.


En definitiva, Kirchner parece detestar el liberalismo por dos razones fundamentales: a) institucionalmente limita el poder de los gobernantes, algo que no acepta por su ideología autoritaria y b) el liberalismo crea condiciones de crecimiento económico que obliga a los empresarios a pagar mejores salarios por los incrementos de productividad gracias a la inversión. Eso implica perder el clientelismo político. Esto es muy evidente, ¿cuál es el último refugio que tiene Néstor para las próximas elecciones? El segundo cordón del Gran Buenos Aires, que es una de las zonas más pobres del país. En el resto puede llegar a salir tercero. Es obvio, entonces, que Néstor ataque al liberalismo, porque al permitir el progreso material de las personas, se acaban los punteros, los subsidios y el clientelismo. El liberalismo impide el uso electoral de los pobres porque reduce la pobreza a niveles mínimos.

Néstor sabe que si él pierde las elecciones no viene el caos. En todo caso lo que sabe es que si pierde las elecciones, el caos se le viene a él porque comenzarán a abrirse puertas para investigar el uso sin control de los fondos públicos. Ese es su verdadero dilema. Que salgan a la luz 6 años de gobierno sin control. El control que exige el liberalismo y por eso lo ataca. tiempoargentino@gmail.com
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martes, 12 de mayo de 2009

Por esquivar la moto, Kirchner chocó el país contra el camión : Por el Lic. Roberto Cachanosky

Tiempo Argentino / Zetavisión / Zeta Inter Press



No vamos rumbo a una nueva crisis, ya estamos sumergidos en ella y se la observa claramente en la fuga de capitales, la fuerte recesión, los problemas fiscales y el incremento en las tasas de desocupación e inflación.



Luego de 6 años de supuesto crecimiento económico, Argentina está sumergida nuevamente en otra profunda crisis y todos esperan la devaluación para luego de las elecciones, si es que finalmente votamos el 28 de junio. Y vale la duda sobre el 28 de junio porque en la Argentina de Néstor Kirchner todo es posible, hasta podría pasar que ocurriera algún “inesperado” enfrentamiento civil que llevara a declarar el estado de sitio y se suspendieran las elecciones. Eso solo lo dirán las encuestas y los comportamientos sin límites que vemos a diario.


¿Qué podemos esperar que ocurra luego de las elecciones? En rigor son muchos los escenarios políticos posibles que podemos tener luego de las elecciones y, por lo tanto, diferentes los escenarios económicos. No es lo mismo el escenario en que si pierde la mayoría el oficialismo se cumpla la promesa del piquetero Pérsico y los Kirchner se vayan, a que intenten mantenerse en el poder como sea o que traten de ignorar el resultado de las elecciones. Pero sí hay un dato cierto. No observo en la dirigencia política actual, en todo su arco y aclarando que siempre existen excepciones, una profundo vocación por instrumentar las reformas de fondo en la economía. A saber: a) bajar el gasto público y hacerlo eficiente, b) establecer un sistema tributario que en vez de espantar atraiga las inversiones, c) adoptar reglas de juego en que la redistribución del ingreso se produzca por el mérito de cada uno para satisfacer las necesidades de la gente, d) un régimen de coparticipación federal por el cual los municipios coparticipen a las provincias y estas a la nación y una serie de medidas adicionales que permitan establecer reglas de juego competitivas.

Obviamente que no es lo mismo tener a un desaforado en poder totalmente imprevisible en sus comportamientos cuál Nerón, capaz de incendiar Roma con tal de zafar de las responsabilidades que le caben, que a alguien equivocado en sus políticas pero con nociones de ciertos límites en el poder que ejerce. En el primer caso no hay dialogo posible porque la locura impide cualquier razonamiento. En el segundo, si hay error pero no hay locura, es posible corregir el rumbo porque se puede dialogar, convencer, intercambiar ideas, comparar resultados, entre otras.

Mi impresión es que una vez que finalice la era de los dislates kirchneristas, va a haber mucho para discutir en materia de política económica. Es que, como señalaba antes, no observo en el conjunto de la dirigencia política una profunda vocación por los cambios estructurales que necesita la economía para evitar estas reiteradas crisis de devaluaciones, confiscaciones y ajustes por el lado del salario real.

Dicho en otras palabras, sabemos que luego del 28 de junio, como la situación fiscal es insostenible, el ajuste que se hará, particularmente Kirchner, consistirá en reducir el gasto público en términos reales vía una devaluación y un salto inflacionario. Hoy más del 50% del gasto público de la Nación son salarios y jubilaciones, los cuales, medidos en dólares, han aumentado hasta niveles que, incluso, superan a los que regían en la convertibilidad. Ahora bien, ante la ausencia de una profunda vocación por reducir en serio el gasto público en sus niveles nominales, lo que aparece como inevitable es que se lo termine reduciendo vía una licuación. Léase devaluación y salto inflacionario.

La referencia más cercana que tenemos en el tiempo es lo que pasó en el 2001. Primero López Murphy quiso aplicar una reducción nominal de gastos ineficientes del orden de los U$S 2.000 millones. Los progresistas le saltaron a la yugular acusándolo de querer hacer el ajuste por el lado de la educación, de insensible y mil cosas más. López Murphy se fue, Cavallo intentó zafar de la baja del gasto hasta que no pudo aguantar más la situación fiscal y primero anunció el déficit cero y luego hizo recortes nominales del gasto. Lamentablemente ya era tarde y la fuga de capitales por la desconfianza derivó primero en el corralito y luego vino el cambio de gobierno con el default y la devaluación. El ajuste terminó siendo 4 veces mayor que el que había propuesto López Murphy con costos altísimos en términos de transferencias de ingresos y de patrimonios.

Néstor Kirchner nos ha puesto un rumbo de colisión que ya es imposible de evitar. La crisis económica que recién comienza terminará en otra más profunda porque si no se produce una reforma del Estado para equilibrar las cuentas y en recrear la confianza para que vuelvan las inversiones, este nivel de gasto público será infinanciable y, por lo tanto, el ajuste se hará, nuevamente, a lo guarango. Es decir, devaluando para generar un salto inflacionario que contraiga en términos reales el gasto público en su componente salarios y jubilaciones. Claro que hacer semejante cosa en este contexto recesivo implica asumir una brutal caída de la actividad, porque no nos engañemos, en el 2002 no fue la devaluación lo que salvó a la Argentina, sino el aumento de los precios de los commodities que se produjo posteriormente. Hoy, una devaluación no solo contraería más el consumo, sino que, en este contexto de falta de previsibilidad en las reglas de juego, impedirían compensar la caída del consumo interno con más inversiones y exportaciones. El caos social que puede producir semejante decisión puede llegar a ser memorable.

Es por eso que mi sugerencia es que no solo basta con evitar la locura en el poder. Si no queremos caer recurrentemente en nuevas crisis, tenemos que decidirnos a encarar el más largo pero eficiente camino hacia la prosperidad. Esto significa crear condiciones para que la economía sea competitiva (reducción del gasto del Estado, sistema tributario pagable, incorporación al comercio mundial, respeto por los derechos de propiedad, etc.) de manera que sea el mayor stock de capital el que produzca abundancia de bienes. Las mayores inversiones más puestos de trabajo y, de la combinación de ambas variables, un incremento sólido del ingreso real de la población.

Kirchner, al igual que muchos de sus antecesores pero en forma más acentuadamente, nunca quiso hacer reformas estructurales. Solo buscó confiscar riqueza (flujos y stocks) para financiar un gasto público creciente. Para él, como para muchos políticos argentinos, bajar el gasto público es reaccionario y de derecha. Los progres consideran una herejía bajar el gasto público. Por eso, cada vez que intenta esquivar la moto, chocamos contra el camión. Esto es, de tanto evitar hacer reformas estructurales, respectar la propiedad privada, no esquilmar a los contribuyentes e incorporarnos en el mundo, terminamos chocando con crisis monumentales que tienen un costo elevadísimo para la sociedad. No es casualidad que Argentina viva en una continúa decadencia, porque persistimos en agradable sonido de frases vacías como redistribución del ingreso, justicia social, defensa de la producción nacional y un sinfín de infantilismos que lo único que generan son políticas regresivas que siempre terminan perjudicando a los sectores de menores ingresos, espantando más inversiones y creando más desocupación y miseria. El discurso progresista al único progresismo que nos ha llevado es al progreso hacia la decadencia.

Kirchner ha aplicado todas estas frases vacías con sus correspondientes políticas inconsistentes hasta su máxima expresión y cuando vio que la cosa no funcionaba y estaba por chocar contra la moto, no terminó estrellando contra el camión.

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